Unas líneas sobre Pablo y Paco
Escribieron en sus obituarios que las cornetas enmudecerán, y los Halcones Negros desfilarán más enlutados y con los hombros un poco más caídos.
Pocos caravaqueños, con independencia de su edad, serían incapaces de reconocer sus símbolos ancestrales en lo referente a nuestra idiosincrasia; esos símbolos que al contemplarlos tocan algunas fibras de nuestra alma provocando un crisol de sensaciones que van desde la alegría por el presente hasta la nostalgia por el pasado. Nuestra bandera, con sus cuadros y triángulos, quizás inspirada en cruentas batallas medievales en nuestra tierra; nuestro escudo, con la Cruz señoreando sobre la vaca que nos obsequia su nombre; los indescriptibles bordados de oro y seda que nos deslumbran en las calles en nuestros días grandes; el pañuelo rojo triangular que nos encontramos al abrir un cajón buscando otra cosa. Pablo encabezando su banda de cornetas y tambores, y Paco Pim desfilando en su majestuoso uniforme de noble Halcón Negro del Desierto.
Los símbolos serán objetos en su mayor parte, pero también existen personas que en vida alcanzan el Olimpo del imaginario colectivo, y ésto es algo universal, dado en grandes ciudades y pequeñas comunidades. No se comprenderían las Fiestas sin dos de sus símbolos vivientes ancestrales: Pablo Guerrero, “Pablo de las Cornetas”, desafiando a la edad, plantando cara a los achaques, soplando su corneta y abriendo paso a la Banda que él mismo dio a luz; Francisco Sánchez, “Paco Pim”, agitando orgulloso su cimitarra, marcando el paso en la hueste Halcón, incluso cuando el peso de los años le dificultaba los andares y debía apoyar su arma en sus cada año más abatidos hombros. Ambos al pie de la Fiesta hasta el final; ambos ahora eternos en los anales de las celebraciones de la Vera Cruz.
Pablo y Paco, hombres buenos, sencillos, de buen carácter y mejores entrañas, pilares ambos de nuestras Fiestas modernas. Pablo, insuflando vida a la celebración durante 70 años, uno de los padres del Bando Cristiano en la renovación de las Fiestas; ayudando a jóvenes del municipio a encontrar su lugar en la vida con la agrupación que él mismo creó, las Cornetas y Tambores de la Vera Cruz, la “Banda de Pablo”, que todo caravaqueño ha visto y escuchado desde la cuna. Paco, uno de los renovadores de las Fiestas de la Vera Cruz, fundador de la kábila Reales Halcones Negros del Desierto, siendo uno de los impulsores del Año Jubilar caravaqueño que tanto nos enogullece hoy, dedicada su vida al prójimo desde diferentes puestos y oficios. Pablo y Paco, ambos reconocidos y galardonados en vida con distinciones y su nombre grabado en dos calles de Caravaca, privilegio resevado a los verdaderamente gloriosos.
En las Fiestas de la Vera Cruz venideras, no se escuchará la corneta de Pablo en la mañana del 2 de Mayo, ni en las tardes del 3 y el 4. Tampoco se podrá llenar el hueco que deja Paco Pim en las filas de su kábila mora. Escribieron en sus obituarios que las cornetas enmudecerán, y los Halcones Negros desfilarán más enlutados y con los hombros un poco más caídos. Yo niego la mayor. Éste año las fiestas deben ser más alegres si caben, las cornetas no deben enmudecer, sino sonar con más fuerza, y los Halcones desfilar orgullosos y con más brío, pues nunca desaparece lo que está en el recuerdo, y ambas figuras, Pablo y Paco, estarán siempre presentes en cada uno de los actos de las Fiestas, pues ellas son las hijas de aquellos grandes hombres que nos las legaron generosamente, aquellos grandes hombres entre los que se encuentran Paco y Pablo.
No ha lugar para la tristeza porque se han ido; ha de haber felicidad porque existieron.
Siempre en la memoria. Gracias, Pablo Guerrero. Gracias, Paco Pim.